El linfoma es un tipo de cáncer silencioso cuyo
tratamiento puede ser exitoso si se logra detectar de manera oportuna.
El linfoma es un tipo de cáncer que se
desarrolla en las células blancas del sistema linfático, el cual forma parte de
los mecanismos de defensa del organismo.
El sistema linfático es una estructura
compleja compuesta por pequeños canales, nódulos, médula ósea y algunos
órganos. Todos ellos están compuestos por linfocitos.
Los pacientes con esta enfermedad presentan un
descontrol en la actividad de los linfocitos, es decir, estos empiezan a crecer de forma
anormal y desproporcionada.
Su principal manifestación son las formaciones de
masas tumorales ubicadas cerca de los ganglios linfáticos, como las axilas, el cuello y
el abdomen.
De la enfermedad se distinguen dos variedades
principales: Hodgkin (HL) y no Hodgkin (NHL).
Cada uno de estos se divide en varios
subtipos, aunque el conocido como Hodgkin es menos común que el no Hodgkin.
Su comportamiento, propagación y tratamiento varía en
cada organismo, casi siempre según su funcionamiento linfático e inmunitario.
Y aunque, como todo cáncer, su desarrollo es
agresivo y complejo, la detección oportuna es una clave principal para lograr
éxito con el tratamiento.
Entendiendo que para muchos continúa siendo
una patología desconocida, a continuación, queremos compartir en detalle de qué
se trata y qué síntomas permiten detectarlo.
Principales tipos de
linfoma
Según los datos del Instituto Nacional de
Cáncer de los Estados Unidos, hay dos categorías básicas de linfoma.
El primero, linfoma de Hodgkin, se
caracteriza por la presencia de una célula llamada Reed Sternberg que causa como síntoma principal la inflamación del ganglio linfático.
El otro, de tipo no Hodgkin, incluye un
grupo grande y diverso de cáncer de las células del sistema inmunitario, lo cual lo hace más
agresivo y difícil de tratar.
Este puede dividirse con facilidad, y
ocasionar la aparición de cánceres de evolución lenta y extendida por más órganos.
Por desgracia, un 75% de los linfomas son de
tipo no Hodgkin y, aunque hay varios factores asociados a su desarrollo, los expertos
no han podido describir qué es lo que determina exactamente esta variedad.
¿Cuáles son los
síntomas principales del linfoma?
Aunque los síntomas de linfoma pueden variar en cada paciente según el tipo y el grado
de gravedad, a nivel general se manifiestan con:
-Agrandamiento de los ganglios linfáticos en
el cuello, las axilas o la ingle.
-Aparición repentina de masas.
-Pérdida de peso excesiva e inexplicable.
-Continuos episodios de fiebre.
-Exceso de transpiración nocturna.
-Sensación de picor.
-Debilidad y fatiga crónica.
-Disminución o pérdida del apetito.
-Tos y dificultades para respirar.
-Sensación de dolor en el abdomen, el pecho y
los huesos.
-Inflamación en el abdomen.
-Constante sensación de llenura.
-Escalofríos.
¿Cuáles son los
factores de riesgo de linfoma?
Si bien el subtipo de linfoma agresivo es el
más común, está comprobado que su diagnóstico oportuno aumenta las probabilidades de
cura en forma considerable.
De hecho, el subtipo indolente permite a los
pacientes vivir hasta 15 años con la enfermedad.
Por eso, además de conocer los síntomas
comunes, también es conveniente tener claros los factores que aumentan
el riesgo.
Estos incluyen:
-Deficiencias en el sistema inmunitario,
incluyendo antecedentes de trasplante, pacientes con VIH o enfermedades
autoinmunitarias.
-Padecer infecciones por el virus de la
inmunodeficiencia humana, el virus de Epstein-Barr (VEB) o la Helicobacter
pylori, entre otros.
-Ser mayor de 60 años.
-Ser de raza blanca.
-Estar o haber estado expuestos a químicos
como los herbicidas e insecticidas.
-Exposición a la radiación.
¿En qué consiste el
tratamiento de los linfomas?
Tras realizar los exámenes respectivos para
la detección de los linfomas, los profesionales proceden a un tratamiento
inmediato e intensivo.
El tratamiento estándar de la enfermedad en
su estado más agresivo consiste en esquemas de quimioterapia y terapia
biológica.
La radioterapia puede resultar efectiva en los
pacientes con linfoma en estadio I y II, en función de la actividad de las células
malignas.
Es fundamental tener en cuenta que la
detección oportuna no se puede conseguir con una prueba específica, ya que,
aunque existen, no están del todo recomendadas.
Por tal razón, lo más conveniente es atender los síntomas y cambios
en el cuerpo, y analizar si tienen alguna relación con la enfermedad.
Así mismo, se debe buscar atención periódica
en caso de antecedentes familiares o exposición a los mencionados factores de
riesgo.
En conclusión, aunque en sus etapas iniciales suele ser silencioso,
el linfoma puede atenderse de manera oportuna con la atención de algunas señales
claves.
Conocer la enfermedad, chequear sus síntomas
y solicitar exámenes médicos es determinante para disminuir el riesgo de
muerte.
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